Todo partió hace casi 70 años, en las aulas de la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Chile -donde hoy funciona el Museo de Arte Contemporáneo- y en torno a las clases de uno de los maestros esenciales del arte chileno: Pablo Burchard. “A don Pablo lo veíamos poco, era una enseñanza para nada formal”, dice el artista Guillermo Núñez (1930). “Me acuerdo de una de las veces que vino a clases, yo estaba pintando calladito en un rincón y él se paró detrás de mí, emitió un bufido y se fue. Eso fue todo. Pero lo importante de don Pablo no era lo que él podía decir. Sólo mirando sus obras uno aprendía y además la gracia estaba en hablar y estar con todos los otros artistas que asistían a su taller, eso era lo más enriquecedor”, agrega sobre la época en que en la misma sala se cruzó con otros de los artistas más importantes de la historia local: José Balmes (1927-2016), Gracia Barrios (1927) y Roser Bru (1923).
Desde hoy, y hasta el 21 de junio, todos se vuelven a reunir en el Museo Nacional de Bellas Artes, en la exposición Cuatro Premios Nacionales, curada por Inés Ortega-Márquez. Ella establece justamente como punto de partida un pequeño óleo de Pablo Burchard de los años 50, en la que ella ha denominado la “Rotonda de las confluencias”, una sala del primer piso del edificio donde se reúnen las obras tempranas de estos cuatro pintores, que más allá de su formación académica, compartieron también ideales políticos y visiones del arte.
A partir de ese lugar, la mirada de Ortega-Márquez es particular para cada uno de los pintores: las alas sur y norte del primer piso están dedicadas al trabajo del matrimonio formado por Balmes y Barrios, mientras que en el zócalo, en la sala Matta, se despliegan las obras de Guillermo Núñez y Roser Bru.
Producida por el galerista Marcelo Aravena y apoyada por el Consejo de la Cultura, con la colaboración de Metro de Santiago y la Ley de Donaciones Culturales, la muestra reúne 200 pinturas divididas en dos períodos: entre 1960-1973, cuando los artistas establecieron, cada uno, sus improntas pictóricas y participaron activamente en la escena social y artística del país hasta el Golpe de Estado, y entre 1974 y 1990, etapa en cual se enfrentaron al régimen militar y el exilio (con excepción de Bru), para retornar poco a poco al país desde mediados de los años 80.
De aquí y de allá
Quizás la joya de la muestra -que recoge obras del propio Museo de Bellas Artes, de la Pinacoteca de Concepción, del MAC, de los talleres de los propios artistas y de colecciones privadas-, es la pieza recientemente recuperada de Roser Bru: un colorido políptico, hecho con la técnica del patchwork y donado en 1972 para el edificio de la UNCTAD III, que estuvo desaparecido por décadas. “Hace unos tres años atrás, la obra llegó a manos de un coleccionista que la reconoció como creación de Bru y decidió adquirirla. Su idea es devolverla al patrimonio chileno, ha sido muy generoso”, cuenta la curadora, quien mantiene en reserva el nombre del coleccionista. La obra se exhibe por primera vez a público, pero incompleta: falta recuperar uno de los cuatro cuadros, aún desaparecido.
De la catalana y Premio Nacional 2015 -quien junto a José Balmes llegó a Chile como refugiada de la Guerra Civil Española, a bordo del Winnipeg en 1939- se exhiben también obras tempranas de los 60, caracterizadas por su densa y oscura pintura, muy poco vista; cuadros con guiños políticos a figuras como el Che Guevara, e intelectuales, como Gabriela Mistral y César Vallejo, además de retratos femeninos. “La figura de la mujer es clave en la obra de Bru, siempre está presente la fertilidad y la fuerza femenina”, dice Inés Ortega-Márquez.
Casados en 1952, Balmes y Barrios (premiados con el Nacional en 1999 y 2011, respectivamente) desarrollaron una obra a la par, con sus propias obsesiones y estilos. Se marcharon dos años a Barcelona y se dejaron influir por el informalismo español y la obra de Tápies, para luego, en 1961, formar en Chile el Grupo Signo, junto a Alberto Pérez y Eduardo Martínez Bonati. “Sus obras se caracterizan por la mancha y el gesto”, Ortega-Márquez. “Balmes incorpora objetos en el lienzo, lo que el llama la realidad, recortes de periódicos, maderas, arpilleras, que incluso salen de la tela. Por su lado, Barrios se vuelca sobre la figura humana. Hay en ella una mirada permanente a la gente, el pueblo y tiene un período en los años 70 donde plasma de plano partes del cuerpo desmembrados; es el quiebre emocional y físico de esos años”.
De Balmes destacan obras donde la contingencia política es patente, como la muerte del Che Guevara, en 1968; la invasión norteamericana a Santo Domingo en 1965, y Septiembre de 1973, pintada en el exilio en París, una escena en la que se ven cuerpos amontonados, en lo que él mismo señaló eran las puertas de La Moneda. En sus obras de los 90, la mirada se vuelca a la cotidianidad, como en El luche, de 1994. De Gracia Barrios se exhibe La pobladora (1972), que refleja el protagonismo popular en el gobierno de Allende; para luego saltar a obras como L’ Exile, de 1975, donde una línea blanca cruza el cuadro simbolizando el sentimiento de división “entre el aquí y el allá” de la artista lejos de su patria.
En la sala Matta, junto a las obras de Bru, están las de Guillermo Núñez, Premio Nacional 2007 y miembro activo del grupo hasta hoy. Su estilo es muy distinto a los demás, lo que se refleja desde las primeras obras de los 60, donde no hay referencias políticas claras, sino formas abstractas que sin embargo expresan su constante preocupación por la violencia en la sociedad. De forma inédita se exhiben dibujos hechos en su estadía en Praga, en 1959, cuando viajó becado por el gobierno, y los realizados en Nueva York, entre 1964 y 1965, influido por el expresionismo abstracto y el pop art, periodo en el que él mismo se definió como artista “pop-lítico”.
El trazo desgarrador y violento de Núñez vuelve en los 70, tras su regreso a Chile. Claro simpatizante de Allende, fue tomado preso y torturado, y se exilió en Francia en 1974, por 12 años. Allí, junto a Balmes y Barrios formó brigadas de creación como rechazo al régimen militar. En 1987 retornó al país. Su última obra inédita expuesta ahora data de febrero de 2017: un lienzo de color verde intenso, donde las formas orgánicas persisten, pero con una mirada más optimista. “Siempre he puesto en primer lugar la pintura. Nunca el aspecto político se debe anteponer a eso. Es la base, la inspiración, el impulso, pero la pintura es pintura”, dice Núñez a modo de manifiesto.