Todo sigue igual en el taller que José Balmes y Gracia Barrios compartían en su casa de Ñuñoa. Los pinceles y los atriles están en el mismo sitio, los lienzos gigantes apoyados contra el muro. Sólo falta su presencia. El pintor que llegó a Chile a bordo del Winnipeg a los 12 años, refugiado de la Guerra Civil española, falleció en 2016; su esposa, la artista e hija del escritor Eduardo Barrios, tiene 92 años y dejó de pintar. El deterioro físico no es exactamente la razón. “De salud se mantiene muy bien, pero su percepción de la realidad es distinta hoy, vive en un mundo de fantasía. Está feliz y contenta, pero su cabeza está en otro planeta”, cuenta con tranquilidad su única hija, la artista Concepción Balmes Barrios (1957).
Ella y su hija mayor Elisa Triviño se han hecho cargo del legado de ambos Premios Nacionales, y la tarea ha sido más titánica de lo que pensaban. “Cuando falleció mi papá, nos enfocamos en mi madre, entonces quedaron varias cosas sin hacer. Ello demoró la fundación, pero lo importante es que la colección Balmes-Barrios existe”, dice Concepción.
En los últimos meses, su hija Elisa ha inventariado las cerca de 300 obras que quedan en su casa. “Frenamos las ventas. Queremos conformar una colección patrimonial y educativa, que podamos compartir con la gente. La obra comercial la está viendo una galería y no son más de 10 obras”, dice Triviño.
El proyecto de ambas es convertir la casa en un pequeño museo y allí conservar estas obras, también prestarlas a instituciones. Conformar la fundación, dicen, facilitaría el poder postular a fondos para habilitar un depósito e impulsar la investigación.
En ese sentido, la hija y la nieta de la pareja subrayan el poco apoyo que han recibido de parte del Estado, considerando que se trata de la obra de dos artistas premiados con el máximo galardón. “No pasa nada después de que se recibe el Premio Nacional. Mis padres además lo recibieron siendo muy mayores y eso duele. Si bien la ayuda económica se agradece, también se esperaría que hubiese un trabajo de difusión. Lo que más falta son agentes que vinculen a los artistas con las instituciones”, dice Concepción Balmes.
“Imagínate si el Estado tuviera una colección de los Premios Nacionales que pudiese llevar a regiones y al extranjero o que financiara la producción de un catálogo razonado, eso sería hacerse cargo de forma real de sus artistas, que son patrimonio de Chile”, afirma.
Coleccionistas
Miembros de la generación del 50 y fundadores del Grupo Signo, José Balmes (1927-2016) y Gracia Barrios (1927), fueron un pilar fundamental del arte chileno a través de una pintura que fue política y experimental en partes iguales. Ambos introdujeron el informalismo, apoyaron a la UP, y tras el golpe se exiliaron en París, donde Balmes fue profesor en La Sorbonne. Las obras de Balmes y Barrios están en colecciones del Museo del Louvre, el Guggenheim de Nueva York y el Reina Sofía de Madrid.
El galerista Marcelo Aravena maneja las obras disponibles de la pareja, y cuenta que se han revalorado en el último tiempo. “Fue importante la compra que hizo el Museum of Fine Arts de Houston, a través de la curadora Mari Carmen Ramírez, de una obra de Balmes en más de US$ 100 mil; eso ha hecho que sus obras suban de los 5 millones a los 18 o 20 millones de pesos”, dice Aravena.
Entre los coleccionistas de Balmes y Barrios destaca el sueco Jonus Bartholdson y los mexicanos José Luis Barragán y Javier Aguilar, mientras que en Chile uno de los principales es Carlos Cruz. “Comencé a comprar obras de ellos en 1985 cuando estaban en el exilio y luego a su regreso pude conocerlos y entablar una amistad. Para mí son artistas capitales que sufren todavía del desconocimiento en su país”, dice Cruz, quien aceptó vender una de sus obras de Balmes al museo de Houston. “Me considero un administrador temporal de las obras y por eso vendí solo uno de los tres óleos de la serie de Santo Domingo, porque creo que el resto debe estar en Chile”, afirma.